sábado, marzo 25, 2006

XII

Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar, te quejas;
verdes los tienen las náyades, verdes los tuvo Minera,
y verdes son las pupilas de las hurís del Profeta.
El verde es gala y ornato del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores brillante el Iris lo ostenta.
Las esmeraldas son verdes, verde el color del que espera,
y las ondas del océano y el laurel de los poetas.
Es tu mejilla temprana rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos se ve al través de las perlas.
Y sin embargo, sé que te quejas, porque tus ojos crees que la afean:
pues no te lo creas.
Que parecen sus pupilas, húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro que al soplo del aire tiemblan.
Es tu boca de rubíes purpúrea granada abierta
que en el estío convida a apagar la sed con ella.
Y sin embargo, sé que te quejas, porque tus ojos
crees que la afean: pues no lo creas.
Que parecen, si enojada tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen en las cantábricas peñas.
Es tu frente, que corona crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día su postrera luz refleja.
Y sin embargo, sé que te quejas, porque tus ojos crees que
la afean: pues no lo creas.
Que, entre las rubias pestañas, junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro que un blanco armiño sujetan.
Porque son, niña, tus ojos verdes como el mar, te quejas;
quizá si negros o azules se tornasen, lo sintieras.

2 comentarios:

Gotrec dijo...

este comentario es multimedia, osea, tiene sonido y lo recibiras por emilio y se lo dedico a tus ojos que aunque dijas y afirmes que soy un pesao, no podran decirme que no me tienen encandilado...

La Menina de la Reina dijo...

jajajajajajja, vale, aceptamos barco como animal acuático